Con la invención del cine sonoro, marcado por el estreno de «El cantor de jazz», el siguiente paso sería la exportación del cine al mercado internacional. Sin embargo, el doblaje todavía no se había desarrollado, o al menos expandido, por lo que se debían buscar alternativas para que el idioma no fuera una barrera a la hora de exhibir las películas en países no angloparlantes y se adoptaron nuevas estrategias de mercado.
La solución que se inventó fueron las dobles versiones, es decir, rodar la misma película en varios idiomas aprovechando los decorados, pero cada vez con un actor distinto de cada idioma. Estas películas se rodaban después de la versión norteamericana, por lo que la limitación presupuestaria y el poco tiempo del que disponían ya hacía que la calidad de esas segundas versiones estuviera bastante alejada de lo que se esperaba de ellas. Sin embargo, hay ocasiones en las que la excepción rompe la regla, como fue el caso de Drácula, con Béla Lugosi en la versión original y Carlos Villarías en la versión española. En este caso, dado que el estudio no parecía tener gran interés en las dobles verisones más allá de la internacionalización de su producto, el director, George Melford, tuvo bastante más libertad que su homónimo de la versión original, Tod Browning, por lo que consiguió una versión que muchos expertos han calificado de superior a la original en tanto en cuanto destacó por sus ángulos y movimientos de cámara, así como por un renovado y mejorado vestuario.
Caso aparte es el de Laurel y Hardy, que filmaban películas cómicas, por lo que sustituirlos no era una opción plausible dado que el público quería verlos a ellos, no a unos dobles en español, inglés o alemán, ya que en aquellos años se encontraban en la cumbre de su carrera cinematográfica. El hecho de que se prestaran a grabar ellos mismos dobles versiones en otros idiomas le daba aún más comicidad a la película y, cuando con los años fueron doblados, los actores de doblaje mantendrían el acento con el que se hicieron famosos para dar la máxima continuidad posible.
A pesar de que contadas películas alcanzaron el éxito en España, los actores norteamericanos, como acabamos de ver, ya eran famosos en el mundo entero, por lo que este tipo de exportación del cine fue algo que duró poco en el tiempo. Descartados los subtítulos debido a que gran parte de la población española era analfabeta, la llegada de los primeros estudios de doblaje a España tan sólo dos años después de que se inventaran esta peculiar forma de expansión cinematográfica supuso un gran salto de calidad y una importante revolución en la industria dejando como casi anecdótico y residual un invento que nunca terminó de funcionar.